ACOSO INMOBILIARIO
El acoso inmobiliario consiste en provocar molestias a los
vecinos a fin de que abandonen su vivienda habitual. El arrendatario o
propietario de la vivienda había tenido intención de dejarla o de venderla.
El
acoso inmobiliario (real
estate mobbing) tiene sus orígenes en EE UU, en la primera mitad
de la década de los sesenta. En aquel entonces se le denominaba, blockbusting (contracción
de block - edificio o manzana de viviendas - y burst–reventar) y panic peddling (venta puerta a puerta por pánico).
El acoso inmobiliario puede definirse como prácticas antisociales
basadas en el acoso y abuso para forzar que alguien se vaya de su casa,
independientemente de que ésta sea propia o arrendada. Existen casos desde
inducir la entrada de ocupas en el edificio, a la negativa del arrendador de
cobrar la renta, pasando por la falta de higiene y de mantenimiento de la
vivienda o del edificio.
El acoso inmobiliario es consecuencia de la especulación urbanística y del
consiguiente urbanismo desaforado. Mediante el acoso inmobiliario, los
especuladores adquieren viviendas o solares en zonas urbanísticamente en alza a
precios irrisorios, muy por debajo del precio de mercado. Su finalidad es el enriquecimiento
torticero de una minoría de
desaprensivos acosadores.
Según
la RAE, enriquecimiento torticero es el que, obtenido con injusticia y en daño
de otro, se considera ilícito e ineficaz en derecho.